martes, 30 de agosto de 2011

Perdedores por vocación

El croupier, desolado por ver al borde de la ruina al que antaño había sido un jugador realmente talentoso, pensó ingenuamente que no se trataba más que de una racha de mala suerte. Preso de un ataque de rebeldía contra lo que él creía que era el destino y jugándose su puesto de trabajo, marcó descaradamente las cartas buenas.
El jugador, para el asombro de todos los presentes, eligió sin vacilar un segundo, con pulso firme (casi con devoción), las peores cartas de la baraja. Una vez más.  

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