miércoles, 29 de febrero de 2012

Hostels


Jóvenes primermundistas recorren Latinoamérica saltando de hostel en hostel recomendado por la Lonely Planet para encontrarse con jóvenes primermundistas, con los que comparten en el nuevo esperanto sus alucinantes experiencias en Asia, donde –estoy segura- saltaron de hostel en hostel recomendado por la Lonely Planet para encontrarse únicamente con jóvenes primermundistas a quienes escuchan hablar sobre sus alucinantes experiencias en Latinoamérica.
Mientras nadie tenga la genial idea de crear alojamiento económico para misántropos, yo me vengo silenciosamente utilizando los champús de marca (cuyos nombres sugieren propiedades cuasi mágicas) que dejan olvidados en la ducha y apropiándome de todo objeto que roce mi litera. 


La otra orilla













En Montevideo todos los días huelen a domingo.
La gente no tiene miedo de mirarse a los ojos.
La ciudad abre los brazos a su camaleónico río.
El río abre los brazos al océano, inmenso.
Montevideo tiene alma de pueblo.
Sí, los porteños tienen razón: Montevideo es menos.
Menos histérica
Menos caprichosa
Menos bulímica
Menos egocéntrica
Menos frívola
El día en que me canse de mis mil amantes de nombre Buenos Aires, reaprenderé a caminar despacio y pediré tu mano, Montevideo.
Te abandono. No será mucho tiempo, tan sólo cuatro días; ni me iré muy lejos, acá nomás, a casa de la vecina. Es la primera vez que nos separamos. Capaz que ni llegues a ser consciente de mi ausencia, pero creo que a mí me hará bien. De una cosa puedes estar bien segura: a pesar de que mi partida es voluntaria, te voy a extrañar inmensamente.
Chau, Buenos Aires.
Hola, Montevideo

lunes, 27 de febrero de 2012

The B52's - Rock Lobster

La vida según Mariana Latronico

La Latro quiere una pepa,
no concibe que en Buenos Aires Design no vendan drogas de diseño.
La Latro siente el amor en la vena radial,
justo a su paso por la muñeca izquierda.
La Latro unas veces es una niña de mirada limpia,
otras muchas, una abuela sabia.
La Latro tiene tres bebés que no lloran, sino ladran.
La Latro vive en su propio huso horario,
llega a las fiestas cuando todos se van,
almuerza en la madrugada,
quiere verte cuando ya te has ido.
La Latro se despide para no irse nunca
y cuando se va no dice adiós.
La Latro está llena de luz
y, sin embargo, se empeña en caminar siempre por la sombra.
Su única negritud la escupe en sus cuadros.
La Latro sueña con esculturas exentas y con flamencos gallegos.
Su corazón se retuerce cuando ve un animal herido
mientras le exprime los bolsillos a los extranjeros de plata.
La Latro tiene amor para toda la plaza
y toda la plaza se quiere coger a la Latro.
Nunca se va de una casa sin sus envases.
Para la Latro la vida es sencilla
y ser correspondido en el amor cuestión de persistencia.
La Latro quiere una pepa.

sábado, 25 de febrero de 2012

“Sin experiencia, sin verdaderas ganas, sin nada: el hombre era verdaderamente el animal que se acostumbra hasta a no estar acostumbrado”

Julio Cortázar. Rayuela

martes, 21 de febrero de 2012

“Si no buscaras tanto la foto buena, tus fotos serían mucho mejores”

Eduardo Gil

viernes, 10 de febrero de 2012

Idiosincrasia nacional

Mujeres neuróticas que rondan los cuarenta se pintan el pelo de amarillo y se inyectan silicona de forma compulsiva, humilladas por maridos infieles (o potencialmente infieles) a los que les dieron descendencia de forma prematura como estrategia para atrapar a un príncipe azul que no resultó ni tan azul ni tan príncipe. Mientras tanto, los hijos van creciendo a ritmo de esta pequeña tragedia cotidiana, convirtiéndose en carne de cañón de enroscadas y eternas terapias, en futuras mujeres neuróticas, en futuros hombres infieles, en padres de hijos desequilibrados.

Christina Rosenvinge & Nacho Vegas -Ayer te vi



"Ahora estoy armada hasta los dientes"

jueves, 9 de febrero de 2012

La penúltima despedida

Hay una estrechísima línea roja, casi invisible, que separa las despedidas a tiempo de las que se hacen a destiempo, las debidas de las indebidas, las adelantadas de las retrasadas. A veces vemos por última vez a alguien y le decimos adiós alegremente, como si le fuéramos a ver pasado mañana y, sin embargo, eso nunca vuelve a ocurrir. El dramatismo del momento no lo vemos sino en la distancia, es entonces cuando somos conscientes de aquella lluvia melancólica, del andén casi vacío, de la canción que sin saber por qué nos maltrató durante todo el día, de aquella dulce inconsciencia. Otras veces, nos pasamos despidiéndonos casi desde que nos conocemos, pero la separación nunca llega a ocurrir. Pero las peores, sin duda, son aquellas despedidas en las que uno siente que la penúltima –aquella en la que nos abrazamos tiernamente- debería de haber sido la última y dejan un regusto amargo en la boca.

martes, 7 de febrero de 2012