martes, 30 de agosto de 2011

Perdedores por vocación

El croupier, desolado por ver al borde de la ruina al que antaño había sido un jugador realmente talentoso, pensó ingenuamente que no se trataba más que de una racha de mala suerte. Preso de un ataque de rebeldía contra lo que él creía que era el destino y jugándose su puesto de trabajo, marcó descaradamente las cartas buenas.
El jugador, para el asombro de todos los presentes, eligió sin vacilar un segundo, con pulso firme (casi con devoción), las peores cartas de la baraja. Una vez más.  

lunes, 29 de agosto de 2011

Un miligramo más de alegría y estallo en mil pedazos. Debe de ser que empieza a oler a primavera en el Cono Sur.


sábado, 27 de agosto de 2011

Animales heridos

Los animales heridos se miran sin verse, se husmean sin olerse, se rozan sin tocarse. Se escuchan pero no se oyen, se lamen las heridas y no reconocen más que el sabor de su propia sangre.

martes, 23 de agosto de 2011

Señales

Una sola palabra transformó la indiferencia en cariño.
Un saludo, el olvido en ternura.
Unos puntos suspensivos, el deseo en repulsión.
Un clic, el último final en un nuevo principio.
Un botón pulsado conscientemente, la nada en una obsesión.

lunes, 22 de agosto de 2011

Buenos Aires

Pequeños empresarios que dicen ser italianos con impecable acento porteño
Iglesias transformadas en salas de concierto
Artistas de carnosos labios rojos que se drogan y se sienten lesbianas por una noche
Quinchos, locales comerciales, casas de aperos… cualquier espacio, convertido en un hogar
Niñas que se creen princesas durante la primera noche de sus quince años
Oficinistas que fantasean con convertirse en artesanos
Locales nocturnos que eventualmente son salas de cine, mercadillos, cualquier cosa
Modernos que viajan en coches fúnebres
Sinagogas que mutan en circos, colectivos que se vuelven teatros…
Urbanitas atrapados en el gris que tienen sueños monocromáticos en verde.

Buenos Aires se transforma, se disfraza, se camufla, se esconde, se renueva y reinventa a cada segundo, constantemente, sin poder evitarlo. Es la única vía de escape a su gran mal: querer estar siempre en otro lado.

viernes, 19 de agosto de 2011

La vida como una telenovela de bajo presupuesto

La vida ocurre como el rodaje de una telenovela de bajo presupuesto. Si te equivocas, te trabas o no sabes reaccionar a tiempo, no se vuelve a grabar la escena.

jueves, 18 de agosto de 2011

YO MATE A MI MADRE



"Podríamos suicidarnos.
En nuestras cabezas.
Y volver a nacer.
Poder hablar, mirarnos.
Estar juntos.
Como si no nos hubiéramos conocido"

DOLAN, Xavier. Yo maté a mi madre. Canadá, 2009

miércoles, 17 de agosto de 2011

“Ha llegado a Hispaniola. Está sudando, el corazón acelerado. Pasa un doble río de autos, camionetas y camiones por la avenida George Washington y le parece que todas llevan la radio encendida y que el ruido le reventará los tímpanos. A ratos, de algún vehículo asoma una cabeza masculina y un instante los suyos se encuentran con unos ojos varoniles que le miran los pechos, las piernas o el trasero. Esas miradas. Está esperando un hueco que le permita cruzar y una vez más se dice, como ayer, como anteayer, que está en tierra dominicana. En New York ya nadie mira a las mujeres con ese desparpajo. Midiéndola, sopesándola, calculando cuánta carne hay en cada una de sus tetas y muslos, cuántos vellos en su pubis y la curva exacta de sus nalgas. Cierra los ojos, presa de un ligero vahído. En New York, ya ni los latinos, dominicanos, colombianos, guatemaltecos, miran así. Han aprendido a reprimirse, entendido que no deben mirar a las mujeres como miran los perros a las perras, los caballos a las yeguas, los puercos a las puercas.”
Mario Vargas Llosa. La fiesta del chivo

martes, 16 de agosto de 2011

Sobre burbujas II

Un hombre de negocios se asoma a la ventana de su lujosa habitación en el Sheraton para ver a tan solo 10 cuadras una villa miseria
Un oficinista sortea a jóvenes derrotados por el crack que duermen en el pasaje comercial de 9 de Julio
Una futura diseñadora de moda recoge retales en Once antes de que lo hagan los cartoneros
Una adolescente baila con su panza de varios meses en la fiesta de celebración del quince cumpleaños de una compañera de escuela en el Club Hípico Argentino
Buenos Aires es una gran burbuja en la que de pronto, después de breves períodos de tiempo viviendo en medio de la irrealidad, es inevitable encontrarse con fisuras. Es entonces cuando se hace evidente que no es la ciudad que siempre soñó ser.

lunes, 15 de agosto de 2011

"Ay, a mi me encantan los hombres. Me gustan todos, sin excepción. A todos les encuentro algo especial"
(Confesión –la más tierna, sincera y falta de todo tipo prejuicios que me han contado últimamente- de una porteña de 19 años a su compañera de trabajo)

domingo, 14 de agosto de 2011

La liturgia empieza tan puntual que parece que estamos en otro punto del planeta. El pope comienza a dar la misa a los pocos fieles que ya han llegado. Poco a poco, la gente va llegando, ellas con el pelo tapado, ellos con la cabeza descubierta. Los niños corretean entre la gente que se persigna y se arrodilla ante el pope una y otra vez, juegan, gritan, intentan tirar una imagen ante la expresión horrorizada de sus madres. La gente cuchichea, la mayoría en ruso. El pope sigue, inmutable, leyendo, rezando, cantando.
Somos extraños, lo saben, no nos conocen, nos observan, no somos de la comunidad, sino ya nos habrían visto antes, sino ya sabríamos que no se puede asistir a una misa ortodoxa con una mochila en la espalda.
Una mujer se nos acerca al final de la misa y nos pregunta con un evidente acento porteño si somos ortodoxos. Nos agradece el respeto que mostramos por sus costumbres, especialmente por el pañuelo y la "pollerita" que llevo puestos. Precisamente ella, la única que lleva el cabello descubierto de toda la iglesia.

sábado, 13 de agosto de 2011

“Todos caemos en la idiotez un par de veces al día”
Juan Terranova. Los amigos soviéticos.

lunes, 8 de agosto de 2011

Natalia

El marido de Natalia se fue a hacer las Américas dejando en un pequeño pueblo de Asturias la mayoría de sus ya escasas pertenencias y un sinfín de promesas. Natalia se quedó sola con sus  diecisiete años, una hija de un año –Socorro-, y una burra.
Durante largos años Natalia viajó a lomos de su burra a los pueblos de los alrededores vendiendo avellanas en las ferias, mientras esperaba algún tipo de noticia de su marido emigrado, pero las noticias nunca llegaron.
Los años pasaron, Natalia seguía vendiendo avellanas por las ferias y Socorro fue creciendo a la sombra de un padre ausente sin excesiva alegría. A muy temprana edad Socorro se casó y la nueva pareja mandó construir una casa con baño en el interior (un despropósito según los vecinos, pues todavía no había agua corriente en la zona) cuya planta baja la ocupaba una tienda de ultramarinos que regentarían Natalia y Socorro hasta que el cuerpo no les dio para más. Fue entonces cuando se fueron a vivir a la ciudad cercana. Después de aquello  Natalia apenas volvió a salir a la calle.
Sólo recuerdo una vez, siendo muy pequeña, que mis abuelos la llevaron a la playa donde estábamos pasando el día toda la familia. Con sus tupidas medias y su vestido negro no llegó a bajar a la arena, se quedó mirándonos desde lo alto del muro de Gijón. La recuerdo como una de las imágenes más extrañas de mi infancia.
Su charla era imparable, su fuente de historias del pasado inagotable y su pelo larguísimo y amarillento por el agua oxigenada que se echaba a escondidas, siempre lo llevaba recogido en un apretado e inmaculado moño que su hija le hacía cuidadosamente cada mañana, invariablemente entre riñas, que continuaban durante todo el día. Nunca la vi comiendo otra cosa que no fuera maicena. Debía de pesar 40 kilos y no llegaba al metro cincuenta, pero la energía no la abandonó hasta muy cerca de la centuria.
Habían pasado más de ochenta años, pero Natalia seguía llorando cada vez que aparecía en televisión un avión cargado de españoles ancianos que no habían vuelto de Cuba desde que habían emigrado (era la época de las vacas gordas de España – o mejor dicho, de las vacas hormonadas- , cuando el Gobierno español todavía podía permitirse ese tipo de lujos). Natalia se acordaba de su Alfredo y lloraba amargamente enfundada en su bata negra. Sus lágrimas no eran de rencor, no eran de amargura por el abandono, por su difícil vida, por toda una vida eclipsada por una incógnita… eran de verdadera pena porque su Alfredo no estaba entre los recién llegados.
Pocos años de que muriera, unos barmans cubanos fueron al pueblo, ya no tan pequeño, en donde mis padres tomaron el relevo de la tienda de ultramarinos al poco de nacer yo. Mi madre, siempre tan cautivada por todo lo cubano, comenzó a hablar con ellos y les contó la historia de aquel misterioso bisabuelo que nunca volvió de Cuba. Cuando les dijo su nombre y apellidos, uno de ellos dijo conocer a un hombre que respondía a ese nombre que tenía más de cien años y una descendencia, entre hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, probablemente también superior a la centena. A mi madre se le puso la piel de gallina pero decidió no contárselo nunca a su bisabuela. Para la poca vida que le quedaba, mejor que la acabara llorando de pena que no de rabia.

domingo, 7 de agosto de 2011

Malos de película

El primero que recuerdo fue Marcel de Belle de jour, años más tarde fue Cahit de Contra la pared, recientemente Billy Brown de Bufallo 66. Incluso remontándome a mi adolescencia podría citar a Quimi de Compañeros. También Ricki de ¡Átame!, aunque no era del todo malo. Tampoco Cahit era mucho más que un antihéroe. Hasta tengo que reconocer a Yamam de la infumable La pasión turca.

A veces, cuando aparece una faceta de nuestra personalidad desconocida hasta el momento, no hace falta más que hurgar un poco a fondo en nuestro lado más oscuro para comprobar cómo increíblemente la ficción define una buena parte de nuestros gustos más inconfesables, de nuestras fantasías más absurdas, de aquella parte que se escapa a toda explicación racional.

jueves, 4 de agosto de 2011

Deportes extremos

Tropezar mil veces con la misma piedra (sabiendo exactamente dónde está la piedra y con qué pie voy a tropezar) es el único deporte que practico y al cual tengo cierta adicción.