Hace un tiempo que el vitriolo hizo su efecto, mi memoria ya casi es una tábula rasa. Comienzan a difuminarse las caras –hasta las más observadas-, a olvidarse los nombres –hasta los más repetidos-, a borrarse el pasado –alguien me prohibió mentarlo-, a evaporarse toda nostalgia –hasta de los más queridos-. Ya vuelo sin jaula. Vuelvo a sentir vértigo, pero ahora el que produce las ganas de tirarse, no el miedo.
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