jueves, 28 de abril de 2011

Érase una vez un hostal

Érase una vez un hostal en el que…
el vodka se comía a cucharadas
los gatos soñaban con ser ángeles
todas las noches eran las de un viernes
todos los retratos eran un autorretrato
las tendencias sexuales eran contagiosas
los bombones valían un peso y los besos, 30 bombones
los estudiantes trataban de volar con un paraguas en la azotea
las chicas jugaban a la ambigüedad sin ningún convencimiento
los cuartos de estudio se transformaban en colonias extranjeras
ciertos sueños navegaban a metro y medio por encima del suelo
las plantas crecían más hermosas entre colillas y pilas que en la tierra
la convivencia entre las parejas llegaba antes que el amor, incluso que el deseo
el deseo de una nueva vida trataba hacerse paso a empujones entre el recuerdo y la nostalgia
el sonido de guitarras, armónicas y acordeones se mezclaba con los chorretes de grasa en la cocina
los chilenos decían “re largo”, los mejicanos “polola” y la palabra preferida de los colombianos era“quilombo” (y, aún así, todos colgaban sus banderas)
las Cindys (hartas de vivir sin dinero y sin dignidad) pasaban a llamarse Penélope y estas – aburridas de las bromas con su diminutivo- cambiaban su nombre por el de Ofelia

Érase una vez un hostal en el que…
la vida transcurría como una telenovela y, lo puedo atestiguar, no era pura coincidencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario