lunes, 12 de diciembre de 2011

(Buenaventura)


(Buenaventura)
Muy probablemente durante todo el verano nadie gritará mi nombre desde la calle en el momento menos esperado, ni me llamarán por teléfono, a horas intempestivas, para proponerme planes menos que definidos.
Nadie me contará historias sobre el barrio donde mueren los valientes, ni estará dispuesto a compartir el vino más barato de la última tienda abierta en la plaza más inhóspita de Buenos Aires cualquier día de la semana a la hora más absurda.
Nadie llenará mi cabeza con delirantes canciones sobre ratones y borrachos.
Pero lo que es seguro es que durante todo este tiempo no compartiremos colchón con nadie más (te esperaremos para repetir la experiencia) ni nos contarán la historia del pueblo mapuche privado de su soberanía a lo largo de los siglos con voz cavernosa cuando pidamos que nos cuenten un cuento para dormirnos.
Ojalá tampoco nadie piense en quemarnos la casa por un malentendido ni nos recibirá con una piedra en la mano (por si acaso algún enemigo suyo nos acompaña)
En más de dos meses ningunos ojos nos mirarán tan atentos, esos ojos que a veces (solo algunas veces) se llenan de tanta risa, ni podré observar esas piernas demasiado perfectas para ser masculinas.
Es casi seguro que en estos meses no voy a ser capaz de compartir con nadie el silencio con tanta comodidad como contigo, ni nadie sabrá cómo contagiarme la lentitud con tanta maestría.
No sabré quererme tan sencillamente con nadie de una forma tan complicada en la que no podemos evitar hacernos sistemáticamente daño de mil formas sofisticadas.
Lo que sí sé es que no volveré a despedir a nadie con tanta ira sin saber en qué parte de la cara besarle para inmediatamente extrañarle, que nunca más desearé tanto la partida de nadie y a la vez estaré tan segura de que le voy a echar tanto de menos, tanto que si fueras consciente de ello serías incapaz de tomar ese autobús que en unos días te dejará al otro lado de los Andes.
Así que más te vale volver a Buenos Aires, Buenaventura, porque si no, puedes estar seguro, nos ataviaremos con el sombrero de pirata y la pistola de juguete que un día abandonaste en mi habitación e iremos a buscarte.
Buenaventura ¿me estai escuchando?

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